Así como sucede con el deporte, hay músculos para ejercitar si lo que se quiere es mejorar el desempeño. Para Santiago Fernández Escobar, CEO de Acros Training, es clave crear un ambiente en el que cada colaborador aporte desde sus capacidades.

Desde chicos, nos han acostumbrado a poner un gran esfuerzo en lo que hacemos mal, fuera matemática, lengua o inglés, siempre demandaba más energía aquella nota baja del boletín. Siendo adultos, el dilema sigue siendo el mismo. Pero, ¿por qué no potenciar los puntos fuertes? «Infinidad de veces, vemos el foco puesto en corregir las debilidades, sin embargo, la gran oportunidad de mejora está en elevar el talento».

El desafiante planteo nace de Santiago Fernández Escobar, psicólogo y coach, quien aborda uno de los ejes clave para alcanzar una cultura de alto rendimiento dentro de la empresa. «La clave está en crear un ambiente en el que la gente aporte desde el talento, la mayoría, desgraciadamente está subentrenada», señala el especialista, fundador y CEO de Acros Training, empresa de Capacitación y Consultoría en Management y RRHH, en el marco de Worktech Buenos Aires 2018.

Como en el deporte, hay músculos para ejercitar si lo que se quiere es alcanzar un buen desempeño. Una empresa saludable implica que esté cohesionada, alineada intelectualmente y que, en ella, la comunicación fluya. «La mayoría son más inteligentes, es decir, tienen buenas competencias técnicas; pero ser saludable es construir un contexto en el que ser capaz de usufructuar y viabilizar esa competencia», analiza.

Así, corazón y mente son piezas clave que hay que movilizar. ¿Cómo? Hay que ayudar a los empleados a tomar riesgos. Para ello, Fernández Escobar explica: «Es importante movilizar la vulnerabilidad, construir un espacio donde no sea castigada, en uno mismo y en los demás». «La confianza es el caldo de cultivo para que todo empiece a funcionar», sentencia. Superado ese paso, el tercero tiene el terreno prácticamente allanado: lograr que la gente sea jugadora de equipo, lo que implica que la agenda individual se subordine a una colectiva que la trascienda. Sin dudas, no se trata de una tarea sencilla, pero hay más ingredientes a incorporar que ayudarán a dar con la fórmula ganadora: entrenar la disciplina.

«La idea remite a entender a la disciplina como la capacidad de no hacerle caso a las ganas de corto plazo, en nombre de objetivos de largo plazo. La motivación no debe oscilar estrictamente al ritmo que propone el viento del entorno. Hay que ser capaz de ‘bypassear’ o desafiar lo que la inercia inmediata lleva a hacer», explica. Y ejemplifica: «La creatividad por ejemplo cuesta disciplina, hay que dejar de juzgar, poner la mente en blanco. Hacer lo que te cuesta es disciplina, es ir en contra de lo que pide la inercia inmediata».

Otro factor insoslayable para acercarse a la meta es alimentar un ambiente donde las personas sean protagonistas y que se las reconozca por sus logros. «Es imprescindible además estimular ¿el/la? ‘accountability’, la capacidad de hacerse cargo de los actos y decisiones», aclara.

Y sobre este último punto hace hincapié: «Se debe enseñar a la gente a tomar decisiones, pero no cualquier decisión, decisiones hacia adelante», propone e insiste: «Estamos acostumbrados a tomar decisiones más retrospectivas que prospectivas, anclados a lo que pasó alguna vez; se requiere disciplina emocional. Elegir es renunciar, soltar duele. Podés no ser responsable de lo que te sucede, pero siempre sos responsable frente a lo que te sucede».

«El alto rendimiento tiene que ver con ser rápido para aceptar lo que no se puede cambiar y ponerse a trabajar para seguir, superarse y ser mejores», remata Fernández Escobar